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sábado, 1 de junio de 2013

Leyendas cuencanas - Del hombre Jaguar al perro incestuoso

Siempre recuerdo con gusto ésta leyenda de los Gagones como un refuerzo de la mitología de un lugar en particular. En éste caso, pienso que es propia de Cuenca; pero ya no estoy seguro.

A continuación una leyenda más de ésta serie de leyendas encontradas en una agenda de fiestas patronales; el texto es autoría de Eliecer Cárdenas Espinoza. Y el texto reza:                

"LOS GAGONES
De etimología oscura, aunque posiblemente prehispánica, la palabra Gagón o Gagones designa a una pareja de animalitos míticos, “como perritos muy blancos, o conejos”, según quienes aseguran haberles visto generalmente personas de avanzada edad, y que invariablemente aparecen, jugueteando y corriendo, junto a las viviendas en cuyo interior se ocultaban relaciones incestuosas – padre con hija, hermano con hermana, y también compadre con comadre. Los gagones son muy peligrosos. Más de un incauto que en la oscuridad de la noche haya querido atraparlos, tendrá una experiencia espantosa, los extraños animalitos los morderán, e incluso podrían causarles la muerte, de puro pavor.

Si se desea conjurar a un Gagón, habrá que echarle un rosario bendito sobre el cuello. Y si el vecino desea averiguar la identidad de los incestuosamente amancebados, deberá colocar un vaso de agua en el repecho de la ventana. Al día siguiente, se sabrá que la persona que pida de beber es uno de los Gagones."

Es evidente que esta leyenda cuencana es producto del tabú del incesto, y la probabilidad de que se remonte a la época prehispánica es clara. En México y el resto de la región mesoamericana, la tradición de la Nahual – seres humanos que se convierten en animales: jaguar, coyote, etc. - para realizar determinadas tareas nocturnas, siempre malvadas, guardan relación con los Gagones cuencanos y del sur del Ecuador."

El autor mediante su texto delata ante mis ojos una práctica bien conocida utilizada por la iglesia católica. Esta práctica consiste en remplazar las costumbres locales ("paganas") por unas nuevas ("buenas y correctas") para excluir a las personas con diferente cultura. Empatar navidad y carnaval con los solsticios por ejemplo. Y la idea es clara con el ejemplo de los gagones, unir un personaje dual, animal - hombre, con el pecado. El producto es claro también, todos estos seres presentes en otras culturas serán relacionados directamente con el pecado.









viernes, 24 de mayo de 2013

Leyendas cuencanas

Pongo por aquí las leyendas de Cuenca. El texto es autoría de Eliecer Cárdenas Espinoza. Y el texto reza:
" LAS BRUJAS VOLADORAS
Existe la tradición, seguramente muy antigua, de que por las noches hay mujeres que son brujas y que vuelan por las noches. Bien sea en escobas o sobre algún espantoso animal diabólico. Para que una bruja que surca el cielo nocturno se estrelle contra el suelo, solía decirse que hay que coger una tijera y mantenerla abierta sobre el piso. Infaliblemente, la malvada bruja se daba una tremenda caída.

DUENDES Y APARECIDOS
Pocas son las casonas del Centro Histórico de Cuenca que no tengan una historia de duendes y aparecidos. Por lo general, según la tradición, se trata de las almas de personas que cometieron algún pecado y han sido condenadas a vagar por las noches.
Algunos de estos espectros señalan el sitio donde guardaron un entierro o tesoro. Pocos son los que tuvieron la suerte de reparar en la muda advertencia espectral, y luego cavaron en el lugar preciso, en medio de mil y una precauciones, por lo del antimonio o gas maléfico que despiden los lugares donde haya un tesoro enterrado, y se volvieron muy ricos. En cuenca había algunos personajes, prósperos de al noche a la mañana, de los que el vulgo decía que “hallaron un entierro”.

EL ÁRBOL DEL DIABLO
Desde tiempos inmemoriales, el árbol del tocte (nogal americano) es considerado por las gentes de la periferia cuencana y los campesinos de la región como El Árbol del Diablo. Por alguna razón, se dice que el maligno tiene preferencia por los sombríos y coposos árboles de tocte.
En los barrio de las Tres Tiendas y la Gloria, que antaño estaban llenos de espaciosas quintas, con gran números de arboles de tocte, cuenta que el diablo en persona solía aparecerse, teniendo una guitarra, encaramado en un árbol. Muchos mozalbetes juerguistas recibían el susto de sus vidas, al advertir al maligno, riéndose a carcajadas y rasgando su guitarra. La figura del diablo guitarrista como ominosa advertencia de la perdición de los bohemios muchachos noctámbulos surtía efecto."


Sigo buscando mi entierro.

sábado, 18 de mayo de 2013

La viuda calenturienta - Leyendas Cuencanas

Erase una vez más aquí el texto de las leyendas de Cuenca. El texto es autoría de Eliecer Cárdenas Espinoza. Y el texto reza:
"EL FAROL DE LA VIUDA
una de las tradiciones más populares de la Cuenca de antaño, aunque de ninguna manera es exclusiva de la ciudad, es la del farol de la viuda.  Se cuenta que en tiempos lejanos, una mujer de livianas costumbre solía verse con su amante por las noches, y que para ir a sus aventuras cargaba a su pequeño hijo de unos pocos meses de nacidos.  La casquivana, una noche en que cruzaba el río Tomebamba, dejó caer la criatura en las turbulentas aguas.  Desesperada y arrepentida, se proveyó de un "mechero" o farolito de aceite, con el cual recorría incansablemente las márgenes del Tomebamba, lamentándose por su hijo perdido y buscándole enloquecida.  La atribulada mujer murió pronto pero quedo su espectro, que asustaba a los cuencanos trasnochadores con sus desgarradores ayes y el farolito moviéndose al ras de las orillas del río."

Esta leyenda me gusta pues el fin que persigue es el de tratar de parar las costumbres calenturientas en las mujercitas y la bohemia en los varoncitos.
Por supuesto en estas épocas ya no tiene cabida y esos comportamientos son atacados mediante la construcción  de valores familiares y personales, a ver si funcionan. En estos tiempos debido a la igualdad de sexos habrá mujeres y hombres calenturientos y bohemios; como debe de ser.
No me resultaría raro el pensar en un cura saliendo con un farol a recorrer las orillas para infundir miedo a sus clientes/creyentes en medio de la obscuridad de las margenes del río en esa época.