sábado, 13 de abril de 2024

empoderamiento y soberanía alimentaria Bogotá jardines urbanos

 

Dimensiones de la ciudad del futuro

Los jardines como lugares de alimentación


Huertos comunitarios urbanos como lugares de empoderamiento y soberanía alimentaria: reflexiones sobre el paisaje de los jardines urbanos de Bogotá 

Birgit Hoinle


Entre el asfalto gris, los ladrillos rojos y el tráfico pesado, cada vez más lugares de Bogotá brotan oasis verdes en los que crece una colorida variedad de verduras y frutas. En la capital colombiana, los huertos urbanos se pueden encontrar escondidos en patios traseros, en azoteas junto a la ropa tendida o en terrenos baldíos en desuso en las afueras de la ciudad.  También son diversas las semillas que los jardineros de la ciudad utilizan, intercambian entre sí y cultivan ellos mismos. Proviene de diferentes zonas del país. Los jardineros urbanos han llegado en su mayoría desde el campo a la periferia urbana de Bogotá, ya sea como desplazados por la guerra civil1 o por la falta de perspectivas en las zonas rurales.  Con la gente, sus conocimientos agrícolas locales también llegan a la ciudad, pero normalmente encuentran allí poca aplicación o reconocimiento. ¡Excepto en jardines comunitarios! Los proyectos de jardines son lugares de encuentro y de autoorganización. En ellos confluyen personas de distintos orígenes regionales. Poco a poco empiezan a exigir sus derechos y defender el lugar donde ahora viven. Sobre todo, son las mujeres las que participan en los huertos comunitarios y a veces asumen papeles muy activos, por ejemplo como portavoces distritales ante las autoridades o como líderes de talleres que transmiten sus conocimientos.


1 Con alrededor de 7 millones de personas desplazadas, Colombia es uno de los países del mundo con el mayor número de desplazados internos. Incluso con la conclusión del acuerdo de paz en 2016, siguen produciéndose amenazas y violencia por parte de grupos paramilitares.


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Para ellos, los huertos comunitarios urbanos son lugares de empoderamiento y contribuyen a la soberanía alimentaria de las personas en distritos urbanos informales2.3


Empoderamiento y soberanía alimentaria: Conceptos del Sur Global

El empoderamiento y la soberanía alimentaria son conceptos cuyas raíces se encuentran en el Sur Global.  Fueron desarrollados en la práctica por actores allí y luego llevados al discurso público y científico internacional.  Ahora también desempeñan un papel central en el movimiento de huertos urbanos. 


El concepto de soberanía alimentaria se remonta al movimiento global de pequeños agricultores La Vía Campesina.  En la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, los activistas de este movimiento social exigieron por primera vez en voz alta y en voz alta la soberanía alimentaria.  Al hacerlo, pidieron la participación democrática en las políticas agrícolas y alimentarias en los países del Sur Global.  El término se considera una respuesta al discurso sobre seguridad alimentaria, que fue acuñado por el Banco Mundial, entre otros, en el contexto de los levantamientos neoliberales de los años 1980. La referencia a la seguridad alimentaria sirve para legitimar la liberalización comercial, la expansión de la agricultura mundial orientada al mercado y una profundización del modelo agroindustrial de la Revolución Verde (Jarosz, 2014). El concepto de soberanía alimentaria, por otro lado, prioriza la producción y el consumo locales, así como la promoción de cadenas de valor regionales.


2 En muchas ciudades latinoamericanas, barrios enteros fueron construidos por personas que emigraron del campo a las ciudades. Estos barrios inicialmente no tienen estatus legal ni acceso a infraestructura pública. Se llaman favelas en Brasil, villas en Argentina y barrios informales o barrios populares en Colombia. Incluso si los barrios se legalizan con el tiempo, la mayoría de las personas viven en condiciones precarias y tienen menos acceso a los servicios públicos, los sistemas de salud y educación.


3 Mis comentarios se basan en alrededor de 18 meses de investigación de campo en Bogotá entre 2014 y 2017. Mi enfoque se basa en la investigación acción participativa; Siguiendo el espíritu del sociólogo colombiano Orlando Fals-Borda, intenté “combinar la investigación con la acción para transformar las realidades sociales” (Fals-Borda y Rahmann, 1992, p. 207). Durante mi estancia en sitio, acompañé a la red de soberanía alimentaria Red Raíces de la Sabana, que está integrada por 13 grupos agroecológicos de la región metropolitana de Bogotá, en el desarrollo de la agricultura solidaria con talleres de mapeo y encuestas participativas. También realicé 24 entrevistas narrativas con jardineros urbanos y 18 entrevistas adicionales con actores de la ciencia, la sociedad civil y la administración de la ciudad. Con intervenciones virtuales, como el desarrollo conjunto de una plataforma de mapeo Mapeo AgroEcoBogotá, también he aportado algo a la visibilidad y el trabajo en red de las diversas iniciativas agroecológicas en Bogotá.


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Según la idea de soberanía alimentaria, los alimentos no son vistos como un bien comercializable, sino como un bien común sobre el cual todos los involucrados deberían poder tener voz democrática (cf. Vivero-Pol, 2019).  El núcleo de la soberanía alimentaria es la soberanía de las semillas. Laura Gutiérrez-Escobar (2015) lo ve como el “derecho de los pueblos y naciones a decidir por sí mismos, qué semillas se almacenan y cultivan, quién tiene acceso y derechos sobre las semillas, de acuerdo con las normas culturales existentes” (2015, p. 16). De hecho, el tema de las semillas es un punto clave de conflicto entre La Vía Campesina y las instituciones del modelo agroindustrial.  Si bien la ingeniería genética fue promovida masivamente en el contexto de la Revolución Verde, los movimientos de pequeños agricultores rechazan su uso y dependen de semillas locales monovarietales (cf. Jarosz, 2014, p. 174). Estas disputas también siguen vigentes en Colombia: con la firma de los acuerdos de libre comercio con los EE.UU. en 2012 y la UE en 2013, se introdujeron innovaciones legales (entre ellas la Ley 1512 de 2012, así como los Reglamentos 970 y 3168), que sólo restringen comercio de semillas certificadas para permitir que normalmente sean comercializadas por corporaciones transnacionales (incluida Bayer-Monsanto) (cf. Hoinle, 2019; Vélez, 2014). Por lo tanto, las prácticas tradicionales de mejoramiento e intercambio de semillas por parte de comunidades indígenas y de pequeños agricultores están criminalizadas y sujetas a severas sanciones.  En los huertos comunitarios urbanos, muchos actores operan en una zona legal gris si continúan intercambiando las semillas que ellos mismos han cultivado con otros y contribuyen así a la preservación de la variedad regional y el conocimiento asociado.


En la Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1988 en Nairobi, el “empoderamiento” se introdujo en el debate internacional como un enfoque que había surgido en la práctica concreta de las organizaciones de mujeres. 


El término empoderamiento contiene poder. En el debate se diferencian diferentes formas de poder: Poder sobre (poder como forma de gobierno), Poder desde dentro (poder desde dentro), Poder con (formas colectivas de poder) y Poder para (poder para lograr una meta) (cf. (Rowlands, 1997, pág. 13).  Las últimas tres formas en particular son cruciales cuando se trata de empoderamiento en el sentido de un proceso colectivo para obtener más poder para actuar.  Hannah Arendt también enfatiza la dimensión colectiva del poder como “la capacidad de unir fuerzas con otros y actuar en consenso” (1970, p. 45). 


El concepto de empoderamiento se ha desarrollado aún más en la investigación sobre el desarrollo y en las teorías feministas (cf. Friedman, 1992; León, 2002).  Las definiciones varían desde enfoques diseñados más individualmente que enfatizan el fortalecimiento de la propia agencia (cf. Kabeer, 1999) hasta diseños de orientación estructural que apuntan a transformar las relaciones de poder de género (cf. Young, 1993).  Regina Scheyvens ve el empoderamiento como un “proceso habilitante” (2019, p. 469) de grupos desfavorecidos, que incluye varios pasos y, por lo tanto, abarca desde cambios individuales hasta cambios colectivos: “la elevación de la conciencia, la confianza en sí mismos, el movimiento de las personas hacia la acción colectiva y el logro de sus objetivos”. poder político” (ibid. p. 464 y sigs.). Por lo tanto, el empoderamiento significa, entre otras cosas, dimensiones individuales, económicas, políticas, pero también espaciales (cf. Hoinle et al., 2013).


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En un sentido espacial, el empoderamiento significa la expansión de la agencia a espacios que antes estaban cerrados a los actores; se refleja en una mayor visibilidad y voz en el espacio público (cf. Hoinle, 2020, p. 381).  Los procesos de empoderamiento en el sentido de un “espacio de reivindicación” (Scheyvens, 2019, p. 469) parecen ser de particular interés en el caso de los jardines urbanos, ya que tienen que defenderse del  desplazamiento de grupos marginados en el contexto de la política neoliberal. política urbana. 


Los discursos sobre empoderamiento y soberanía alimentaria se refieren entre sí: ambos surgen de luchas concretas en el Sur Global y exigen una mayor participación política de actores previamente desfavorecidos, como los pequeños agricultores y las mujeres. Desde una perspectiva decolonial, se trata de captar la voz de aquellos que históricamente rara vez han sido escuchados en el discurso académico y político debido a su origen étnico, rural, de clase o de género.  Especialmente en América Latina (y no sólo allí), una identidad masculina-blanca se inscribe en los espacios políticos, lo que lleva a la exclusión de quienes no corresponden a esta norma, como los indígenas o las mujeres (cf. Schurr, 2013). Si bien la soberanía alimentaria se centra en aspectos materiales y político-económicos, como la demanda de igualdad de acceso a la tierra, el agua y las semillas, el enfoque de empoderamiento también apunta a cambiar los modelos socioculturales. Ambos enfoques representan puntos de referencia importantes para las luchas políticas en el Sur Global y siguen siendo relevantes hoy como una visión para la transformación social.


Vista sobre la valla del jardín: Facetas del paisaje de jardines urbanos en Bogotá 

Los jardines urbanos en Bogotá se caracterizan por diversos usos del espacio y al mismo tiempo una alta agrobiodiversidad. Esta diversidad se caracteriza por las diferentes influencias culturales que los migrantes de las diferentes regiones de Colombia (incluida la región andina, la costa afrocolombiana del Pacífico, el Caribe, los Llanos Orientales) trajeron consigo a la ciudad.  La agricultura urbana está presente en todos los distritos de la metrópoli de 8 millones de habitantes y abarca desde la ganadería urbana hasta los campos de hortalizas en tierras en barbecho y los campos de maíz en las afueras de la ciudad. En muchos lugares se presta especial atención al cultivo de plantas medicinales (entre ellas la ortiga, el tabaco) y hierbas culinarias como el cilantro, que no pueden faltar en las sopas y otros platos de la cocina colombiana. La variedad de variedades abarca desde frutas andinas (incluidas uchuvas, curuba) hasta tubérculos (cubios) y legumbres (incluidos chachafrutos). Actualmente también se están redescubriendo cereales andinos como el amaranto y la quinua.


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Estos fueron prohibidos durante el período colonial por los conquistadores españoles porque, entre otras cosas, el amaranto era considerado una planta ritual indígena (Alimonda, 2011, p. 49).  La jardinería urbana la practican principalmente las mujeres: utilizan lo que cosechan para contribuir al suministro de alimentos de la familia y ahorran gastos cultivando ellas mismas los ingredientes necesarios. En muchos casos, son las mujeres quienes impulsan las iniciativas de huertos urbanos a nivel de base. 


En la plataforma de mapeo participativo Mapeo AgroEcoBogotá, 109 iniciativas agroecológicas están ubicadas en la región metropolitana de Bogotá, pero se puede suponer que en la práctica hay muchas más que aún no han sido registradas4.  Incluso los nichos más pequeños y los techos planos comunes en Bogotá se utilizan a menudo para la jardinería. Lo que a primera vista parece una actividad individual, en realidad abarca diversas redes: los jardineros urbanos del distrito Diana Turbay, en el sur de Bogotá, se reúnen regularmente en mingas.  Las mingas tienen su origen en las comunidades indígenas de los Andes y llegaron a los huertos urbanos con la migración rural-urbana. Se trata de tareas de trabajo solidarias en las que todos los miembros colaboran, por ejemplo para construir juntos una casa o un jardín5. En los huertos urbanos, las mingas forman reuniones donde se intercambian semillas, se cultiva juntos, se transmiten conocimientos, se elaboran recetas, se transmiten ideas, etc. Se comparte equipo.


El movimiento de huertos urbanos en Bogotá es muy diverso y está organizado en diferentes niveles: en muchos barrios existe una fuerte red comunitaria en torno a los huertos urbanos (por ejemplo, Diana Turbay).  A veces también se organizan redes a nivel distrital, como la Red de Huertas Comunitarias de Ciudad Bolívar. La Mesa Distrital de Agricultura Urbana es una asociación que aborda las demandas políticas de los activistas de los jardines sobre la política de la ciudad, por ejemplo con respecto al uso de zonas para huertos urbanos o la promoción de huertos escolares.


Desde 2006, la administración de la ciudad promovió la agricultura urbana. Inspirado por el programa contra el hambre Fome Zero de Brasil, el entonces alcalde de Bogotá, Luíz Garzón, presentó un programa de seguridad alimentaria financiado por la FAO (Programa de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). La agricultura urbana fue un campo de acción central. Al jardín botánico de la ciudad se le encomendó la tarea de implementar el programa de agricultura urbana. Como resultado, se crearon aquí jardines experimentales con fines de investigación y se capacitó a formadores para ofrecer formación en jardinería en los distritos individuales, distribuir materiales e intentar construir redes.


4 renaac.ushahidi.io/views/map (consultado por última vez el 17 de abril de 2023). La plataforma cartográfica fue desarrollada en 2015 por un colectivo de geógrafos y antropólogos (Kharen Pinilla, Ana-Maria, Juliana Cepedes y el autor) y actualmente es mantenida por la Universidad Nacional (ver Pinilla et al., 2018).


5 Ver explicación de las mingas en el cortometraje “Voces de la siembra” / “Voices from the City Gardens”. Producción de vídeo: vimeo.com/528249104 (a partir del minuto 5:10).


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El programa del Jardín Botánico contribuyó significativamente a la visibilidad y relevancia política de la agricultura urbana; Casi se olvidó que los huertos urbanos habían estado anclados en la vida cotidiana de los distritos urbanos informales mucho antes de la intervención institucional.  Con los cambios de gobierno en el ayuntamiento en las siguientes legislaturas, el programa se fue acortando paulatinamente; Desde entonces, muchos proyectos que dependían en gran medida del apoyo del Jardín Botánico han sido abandonados.  Pero los recortes al programa también hicieron mella en la fuerza del movimiento de la sociedad civil, claramente la agricultura urbana.  A partir de 2017 se creó una red independiente de iniciativas agroecológicas en el sur de Bogotá, la Red Agroecológica del Sur de Bogotá. Aquí se reunieron iniciativas de huertos urbanos de distritos periféricos como Ciudad Bolívar, Kennedy y Bosa. Organizan mingas, ofrecen talleres y realizan mercados agroecológicos para permitir que los jardineros de la ciudad obtengan ingresos adicionales. El movimiento también es directamente activo políticamente y se opone públicamente a incidentes de injusticia ambiental, como la contaminación causada por el gigantesco vertedero de residuos Rellenero Doña Juana. Los residentes y pequeños grupos agrícolas del extremo sur de Bogotá se ven particularmente afectados por los efectos tóxicos (Quimbayo Ruiz, 2019, p. 164).


Tras la retirada parcial de la administración municipal, las universidades y, en particular, las iniciativas estudiantiles apoyan el movimiento de los jardines urbanos. Se inició una red de mercados agroecológicos en la Universidad de Uniminuto. Regularmente se realizan mercados agroecológicos en el campus universitario de allí y en otros lugares. Cátedras individuales e iniciativas estudiantiles también participan activamente en el apoyo a proyectos.6 Esto revela una imagen diversa del panorama de los actores en los huertos urbanos de Bogotá, que es en parte promovido desde arriba, pero sobre todo iniciado, vivido y moldeado desde abajo por diversas bases, las iniciativas se convierten.


Lugares de empoderamiento. Soberanía alimentaria y empoderamiento en los huertos urbanos de Bogotá

El punto de partida de los procesos de empoderamiento es un estado de “desempoderamiento”: exclusión socioespacial estructural.

Esto es particularmente evidente en el caso de las personas desplazadas y residentes de asentamientos informales en los extremos sur y oeste de Bogotá.


6 Por ejemplo, la iniciativa Semillas Independientes de la Universidad Nacional, que apoyó a una comunidad local en las montañas orientales (Cerros Orientales) de Bogotá para defender sus tierras convirtiéndolas al cultivo agroecológico cuando se vieron obligadas a abandonarlas debido a una regulación de conservación de la naturaleza. .


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Las mujeres que provienen del campo y que a menudo tienen un bajo nivel de educación normalmente se ganan la vida únicamente como empleadas domésticas; En los alrededores de Bogotá muchas también trabajan en la producción de flores para el mercado mundial. La floricultura se caracteriza por condiciones laborales particularmente precarias; Antes de eventos como el Día de la Madre o el Día de San Valentín, los trabajadores trabajan hasta 20 horas diarias. Es especialmente difícil para las madres solteras combinar este empleo remunerado con la responsabilidad del trabajo de cuidados, ver (cf. González, 2014). 


Debido a las estructuras patriarcales de violencia, el radio de acción de las mujeres a menudo se limita a los caminos entre los invernaderos y el hogar. El desempoderamiento se evidencia aquí en la baja autonomía para decidir sobre la organización del propio tiempo, así como en una limitación a espacios y roles socialmente asignados (de acción). También hay casos de violencia doméstica y feminicidio. Un activista de la Casa de Igualdad en el condado de Kennedy informa que los hombres atacan con ácido a sus parejas para impedirles salir. Los jardines comunitarios urbanos son lugares donde las mujeres pueden compartir sus experiencias compartidas. Así lo subraya una cita de un formador del Jardín Botánico:

Entonces hay mujeres que están aquí por su salud, otras más por la distracción, para hacer otras cosas, [...] para construir algo nuevo, para hacer networking con otros grupos de mujeres que puedan ayudarlas, y no solo para estar en casa esperando al marido. Sí, esa es una actividad diferente. Y eso realmente la animó”.


Los jardines se convierten así en lugares de sensibilización crítica, permitiendo a las mujeres ser más conscientes de su propia situación en el contexto de condiciones sociales o patriarcales desiguales. Incluso si la motivación de muchas mujeres inicialmente es simplemente hacer algo productivo y contribuir a proporcionar a la familia vegetales saludables a bajo costo, puede ocurrir una “politización de lo cotidiano” (Brumer & dos Anjos, 2008, p. 226).  A través de la unión de problemas y necesidades compartidos, pueden surgir nuevos formatos organizativos cooperativos y se pueden aunar intereses estratégicos (por ejemplo, la igualdad de género), continuó el formador del Jardín Botánico:

"La agricultura urbana es como un punto de partida para crear conciencia; muchos están empezando a involucrarse más, por ejemplo en la Casa de Igualdad".


Por un lado, la adquisición de nuevos espacios de acción tiene una dimensión muy material, tangible. A través de acciones conjuntas (mingas) se crean nuevos huertos comunitarios en terrenos baldíos urbanos y lugares abandonados.


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Por ejemplo, en el barrio obrero de La Perseverancia, donde un área que había sido utilizada como basurero durante más de 40 años se transformó en un oasis agroecológico en varias mingas. Otro ejemplo es el jardín comunitario Casa de Igualdad en Kennedy, que está ubicado justo al lado del ayuntamiento del distrito. Según el entrevistado, la proximidad política al ayuntamiento contribuye a la politización de los jardineros:

Aquí puedes mirar las oficinas, notar cosas al pasar, también nos presentamos al alcalde. ¡Eso es bueno para las mujeres, también es un intercambio político! Cualquiera que no haya tenido nada que ver con la política empezará a interesarse aquí”.


Sin embargo, la apropiación material del espacio siempre requiere nuevos procesos de negociación y, a veces, duras negociaciones con las autoridades. Las iniciativas agroecológicas en el distrito sur de Usme, por ejemplo, se han reunido en la Mesa del Borde Urbano-Rural para negociar los límites entre las áreas urbanas y rurales, es decir, hasta dónde pueden llegar la urbanización y el asentamiento.  El objetivo de los activistas es seguir asegurando la tierra en Usme, que antes era utilizada por pequeños agricultores, para la producción de alimentos agroecológicos y defenderla contra proyectos de infraestructura planificados desde arriba. En un caso, la interconexión de iniciativas distritales y grupos rurales logró impedir la construcción de una autopista; Hoy incluso se puede ver el inicio de la primera fase de construcción y la que quedó detenida al final como un “elefante blanco” en el paisaje en las imágenes de Usme en Google Maps.


Organizarse en la agricultura urbana está ayudando a las mujeres de clases sociales más bajas a ganar voz en espacios de los que antes habían sido excluidas. Por ejemplo, una jardinera urbana del proyecto Huerta Santaelena, ubicado en el barrio popular de La Perseverancia, dice de sí misma: 

He cambiado mucho. Solía ​​ser demasiado tímida para hablar en público. Ahora estoy muy abierta. Ahora soy reconocida como investigadora de agricultura urbana e incluso invitada a universidades”.


Los jardines urbanos pueden convertirse en un lugar de diálogo entre diversas formas de conocimiento – Diálogo de Saberes (Castro-Gómez, 2007) – donde se unen conocimientos provenientes de contextos académicos y agrícolas de pequeña escala. Es precisamente el conocimiento experiencial basado en la acción sobre el mejoramiento de semillas que los migrantes rurales-urbanos traen consigo de contextos rurales lo que está generando un nuevo interés en los huertos urbanos, especialmente entre los estudiantes.  Esto fue evidente, por ejemplo, en un evento en el Centro Goethe de Bogotá, cuando una jardinera urbana de un pueblo de la región andina del Cauca habló a los estudiantes sobre los orígenes de su conocimiento sobre las semillas y su trabajo en las Custodias de Semillas en  red:


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Mis padres son pequeños agricultores, crecí allí con esta educación. Que no todo es para comer, no, no, sino que de cada cosecha se sacan semillas. En cada cosecha se guardaban semillas para poder sembrarlas nuevamente. Nunca adquirimos el hábito de comprar paquetes de tecnología. En cambio, siempre había semillas en casa para poder volver a sembrar”.


El reconocimiento del conocimiento indígena y de los pequeños agricultores también tiene una dimensión descolonial: formas de conocimiento que fueron apropiadas o borradas violentamente en el contexto del colonialismo se experimentan en el ámbito agroecológico.

Movimiento nueva visibilidad y reconocimiento. Pero todavía hay intereses en la valorización capitalista de la agricultura a pequeña escala y el conocimiento indígena (por ejemplo, por parte de las compañías farmacéuticas), a los que se resisten iniciativas y redes de semillas como la Red de Semillas Libres. Otro aspecto del empoderamiento espacial es trascender los roles y espacios socialmente asignados. Los formatos organizativos cooperativos, especialmente en proyectos de economía solidaria, abren posibilidades para la toma de decisiones sobre el propio tiempo y la organización cotidiana. Esto es particularmente cierto para los ex floricultores que quieren construir una nueva alternativa económica y ecológica en la red Red Raíces, como explica un jardinero:

Antes estaba en casa sin hacer nada. A mi edad ya no encontrarás trabajo con las flores. Ahora tengo mi espacio y controlo mi tiempo”.


La forma de organización solidaria también facilita, especialmente a las familias monoparentales, combinar el trabajo remunerado con la crianza de los hijos y el trabajo de cuidados, como informa un activista del grupo Las Herreras:

La ventaja para mí fue que siempre podía tener a mi hijo conmigo en este trabajo, en la siembra, en la venta (...). "Para mí, la agricultura urbana es una forma de criar a mi hijo y ganarme la vida".


Sin embargo, la organización de actividades remuneradas y de cuidados, así como la participación en la comunidad local, no deberían suponer una carga múltiple para las mujeres. Se requieren transformaciones de las relaciones de poder y de las percepciones de roles a nivel del hogar para realizar procesos de empoderamiento. Por ello, el grupo Las Herreras ofrece a las floricultoras formación tanto en economía solidaria como en género y empoderamiento. Es empoderador cuando las mujeres se vuelven visibles en nuevos roles en los espacios públicos. La red de mujeres del distrito de Fontibón – La Red de Mujeres Productoras de Fontibón está presente regularmente en los mercados agroecológicos.


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Al vender sus productos, las mujeres no sólo fortalecen su autonomía económica, sino que también son percibidas de manera diferente en público, es decir, como productoras.  La organización de mercados también contribuye a fortalecer la soberanía alimentaria y promueve los ciclos económicos y las cadenas de valor locales. Es importante, sin embargo, que los productos de los productores agroecológicos no sólo se vendan en el rico norte de la ciudad, donde en los últimos años se ha observado una creciente demanda de productos orgánicos locales. Muchas iniciativas enfatizan que los productos también sean accesibles para los hogares de los barrios de clase baja con el fin de aumentar el control local sobre los alimentos. Es precisamente la independencia gradual de los mercados capitalistas y el control independiente sobre el proceso nutricional, desde las semillas hasta la producción, distribución, procesamiento y preparación, lo que los actores entienden como empoderamiento, como "empoderamiento nutricional":

Quien tiene poder sobre las semillas tiene poder sobre la humanidad, porque tiene poder sobre los alimentos. Quien tiene poder sobre los alimentos controla el mundo. Así que si tengo poder sobre mi comida, no podéis oprimirme. La idea es resistir y demostrar que puedo vivir sin necesitar tanto del capitalismo... Sí, eso es una especie de resistencia”.


Panorama: Los jardines urbanos en el contexto de la convulsión política en Colombia

Como muestran los ejemplos, la agricultura urbana y la organización en redes agroecológicas contribuyen a las experiencias de empoderamiento.  En estos contextos, los jardines urbanos pueden convertirse en lugares para la sensibilización crítica, el intercambio de diversas formas de conocimiento, la autoorganización y los procesos transformadores que cuestionen y cambien las relaciones de poder existentes.  Al mismo tiempo, se contribuye a la soberanía alimentaria en el sentido de igualdad de acceso a la tierra, al agua y a las semillas.  Las formas cooperativas de organización en particular permiten compartir y controlar conjuntamente los medios de producción. Sin embargo, el margen de acción para los procesos de empoderamiento y la soberanía alimentaria se ve constantemente amenazado por la gentrificación en el centro de la ciudad o el acaparamiento de tierras a través de megaproyectos planificados desde arriba (top down) en los alrededores de Bogotá. Tras un cambio de alcalde en las afueras de Madrid, el grupo Asoquimad (parte de Red Raíces) perdió su terreno a favor de la empresa de flores para la que las mujeres del grupo habían trabajado anteriormente en condiciones precarias. La preservación de las zonas ajardinadas requiere siempre nuevos procesos de negociación y resistencia.


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Organizarse en redes solidarias y visibilizar los proyectos agroecológicos y su contribución al abastecimiento de alimentos frescos y orgánicos a la población de la ciudad son factores de fortalecimiento en estas disputas.  En cualquier caso, el cambio de poder a nivel nacional es esperanzador. El gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez se propuso concretar en 2022 el acuerdo de paz de 2016 con la guerrilla. Los acuerdos allí contenidos, como la promoción de proyectos de economía solidaria en el campo y la mejora de la situación de los desplazados en la ciudad, ahora podrían retomarse. La agricultura urbana tiene el potencial de crear puentes entre la ciudad y el campo, reunir a actores de diferentes orígenes regionales y promover redes entre grupos rurales y urbanos, y así contribuir a los procesos de paz locales en el sentido de “territorios de paz entre ciudad y campo” (Hoinle et al., 2019).


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Traducción del libro "Hacia la ciudad del futuro" (unterwegs in die stadt der zukunft) de varios autores y editado por Andrea Baier, Christa Müller, Karin Werner. https://www.transcript-verlag.de/978-3-8376-7163-6/unterwegs-in-die-stadt-der-zukunft/  

 

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